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Sigo instalada en los "taitantos" y los abuelos siguen a hacer puñetas de aqui... Pero al menos el marido parece haber sentado el trasero, duermo algo por las noches y mi carrera laboral empieza a parecerse a algo. Lo que sigue siendo interesante es mi red de apoyo variopinta, internacional y virtual y las aventuras de la Superfamilia espero... Pasa y acomodate.

jueves, noviembre 29, 2007

No soy la única Superwoman...

Buscando en Google las palabras "diario Superwoman" he visto que no aparece este blog, sino que la primera referencia apunta a otros lados...
No, no soy un plagio como Ana Rosa, os juro que he llegado a este lugar legitimamente y a partir de lecturas propias (nada de textualizar con el copy-paste)





La primera vez que escuché hablar sobre el síndrome de Superwoman fue en este artículo del periódico El Mundo. Por aquel entonces tenía un lustro y dos hijos menos de los que tengo ahora y la cosa me pareció un poco exagerada. Somos la generación que creció escuchando que es posible tenerlo todo: estamos preparadas, llevamos toda la vida estudiando para ser reconocidas y desde luego, tenemos que tener ambiciones profesionales para serlo.

Cinco años y dos hijos más tarde me topé de narices con una tozuda realidad. El tiempo no es flexible a no ser que logres viajar a la velocidad de la luz. Siempre hay algo a lo que tienes que renunciar, siempre demasiadas cosas que hacer. No puedo ser la madre perfecta (tema del que hablaré mañana), la esposa perfecta, la ingeniera perfecta y la bussines woman perfecta, todo ello en la misma vida. Así que decidí empezar este pequeño diario para reirme de esas imperfecciones que no consiguen que sea una Superwoman auténtica...

Por cierto, para la que hable inglés, este libro tiene pinta de estar bastante interesante. Y las autoras sostienen que es verdad eso que las demás aprendemos a base de pegarnos tortas...

El miércoles mismo empiezo

Dejo los fritos, el chocolate, los bizcochos y la mala vida. Ah, y empiezo con el Pilates... ¿y porqué el miércoles y no hoy mismo? Abajo un extracto de mi agenda en el curro...

30.11 9:00 -> Desayuno de curro: café, cacao, zumos, croissants, pasteles, bizcocho...
12:00 -> Comida en la cantina: frito total...

3.12 8:00 -> Cumple de mi compañera de mesa: piensa traer galletas hechas en casa.
12:00 -> Vuelta a comer fritos en la cantina
4.12 12:00 -> El frito nuestro de cada día...
19:00 -> Cena navideña de la empresa!

Lo dicho, en mi curro para mantenerme en línea voy a tener que aprender a moverme en bicicleta.

martes, noviembre 27, 2007

Como sentirse la Reina de Saba por menos de treinta euros


O eso dicen alguna de mis amigas... Yo sólo conseguí un buen dolor de pies.

Por cierto, no me toméis a mal si no escribo de contínuo. La temporada de fiestas de empresa navideñas ha empezado por aquí. La foto es de anoche, estuve en una cena con crimen (no lo pasé nada mal).

sábado, noviembre 24, 2007

Me identifico con esta canción



Concretamente con aquello de que soy un peligro para mí misma y probablemente mi peor enemiga...

viernes, noviembre 23, 2007

La rebelión de los abuelos


Imagen de Lowy

Llego a casa y me encuentro en el periódico con esta desconcertante noticia : "Las abuelas se hartan de cuidar a sus nietos" (desconcertante sobre todo por el titular, ya que según el contenido más de un 80% de las abuelas están contentas de cuidar a sus nietos). Si el artículo me ha dejado perpleja, los comentarios que le acompañan me han tocado la fibra sensible... Al próximo que le escuche decir eso de que quien tiene los niños que se aguante con ellos, le voy a pegar un bufido.

Reconozcamos que llevo un mes de Noviembre muy jorobadico, con mis hijos en estado perpétuo de enfermedad leve (¡y hoy a caído también mi marido!), más sueño que vergüenza e incluso creo que he provocado mi primera cagada en el curro (que a ver si puedo arreglar el lunes cuando llegue). El otro día, en plena crisis, le pregunté a mi madre que también ha sido una superwoman toda su vida que cómo se las había apañado cuando estábamos enfermos. "Hija, pues para eso estaba tu abuela" fue la respuesta.

Yo ya no tengo abuela (y tantos años después todavía la hecho de menos). Y por desgracia tampoco puedo echar mano de la de mis hijos, salvo en las dos guardias que me tocan al año, en las que les pido de rodillas que vengan a acampar a mi casa (tengo que decir en mi defensa que ellos están encantados de la vida con esa acampada, ya que las ocasiones que tienen de ver a sus nietos se cuentan con los dedos de una mano). Pero sigo pensando que es ideal ese concepto de "familia extensa" donde varios adultos comparten la responsabilidad del cuidado de los hijos. Siempre matizando que los abuelos ya han criado a sus hijos, pero no están para criar a sus nietos. Es decir, la responsabilidad de los Principes recae sobre mi cabeza y la de su padre. Los abuelos cumplen en esta familia extendida una labor de apoyo, pero no se les requiere educar a los niños, ni dedicar el día entero a ellos.

Y ahí vienen el quid de la cuestión. Este es un planteamiento que sólo funciona en un tipo de sociedad que respeta la figura del padre (en genérico). Una sociedad en la que está aceptado que los padres y madres tienen un parón de unos meses en su rendimiento laboral, una flexibilidad horaria, una serie de necesidades como guarderías asequibles, colegios suficientes... una sociedad en definitiva en la que el padre y la madre llevan la responsabilidad de la crianza, los abuelos y la familia la apoyan y el resto de sus compatriotas les apoyan porque es así como tienen que ser las cosas.

Así que hoy leía esos comentarios de gente que decía que si uno no sabe cómo ocuparse de los niños es mejor que no los tenga y pensaba en la penúltima amiga a la que han despedido de su curro por quedarse embarazada. En Suecia esas cosas no pasan, porque la sociedad en su conjunto se pone de uñas ante una situación semejante. Pero leyendo los comentarios sin censura en un periódico, descubro que nos queda mucho para llegar a ser como los suecos.

jueves, noviembre 22, 2007

Bendita burrocracia

Ayer me quedé a las puertas de Berlín y con un considerable retraso sobre mi peor horario previsto. La cosa no hubiera estado tan negra, de no haberme encontrado también con un cartelito de desvío por obras en la ruta que tenía planeada seguir (y que además es la única que conozco hacia la Embajada).

Así que de repente me encontré, sin comerlo ni beberlo, perdida en mitad de una ciudad que conozco sólo de los tres meses de Erasmus que pasé allí y que es inmensa en extensión. Los dos niños, todavía revolucionados por las cuatro horas casi sin pausa metidos en el coche, preguntaban en estéreo que dónde estaba la Embajada (bueno, preguntar, preguntaba la Princesa de la casa... el Principe como todavía no sabe hablar coreaba algo parecido a "mamm,mammm,mamm" a grito pelado). Yo trataba de encontrar algún punto de referencia que me llevase hasta el zoo (no, no me he confundido, nuestra Embajada está situada al ladito mismo de la jaula de los monos... y me ahorro el chiste fácil) a la vez que procuraba no perder la calma al ver como pasaban los minutos en el reloj. Por fin, cuando divisé las vallas del Parque Zoológico, abandoné literalmente el coche debajo de un puente (porque parecía una plaza legítima de aparcamiento, ante la ausencia de cepo y de multa al regresar, creo que lo era), saqué a los dos peques a la carrera y me puse a rodear la valla a toda prisa con ellos (he de decir que se portaron como campeones, especialmente la Princesa porque el Principe al fin y al cabo todavía va en brazos). A la una menos cinco llegamos a la Delegación Consular y unos minutos después, cerraron las puertas detrás de nosotros. ¡Yuhuuuuuu!

Pero nos quedaba la parte más difícil, enfrentarnos al terrible sistema. Primera en la frente, había una familia con cuatro hijos ya mayorcitos para renovar los pasaportes, otra chica legalizando a toda su familia y un estudiante que quería hacerse residente. Todo para dos funcionarios atendiendo, a los cuáles sólo les funcionaba un ordenador. Por mi parte que no quedara, siguiendo con mi nueva filosofía de vida, me ofrecí a ir rellenando los papeles para agilizar el tema... Segundo problema del día, a la Princesa no le podía renovar el pasaporte porque necesitábamos la firma de su padre (según el sistema, porque podríamos estar separados y ser un intento mío para llevármela, pero creo que en ese caso el padre no me habría dejado sola con la niña, su pasaporte en vigor, su D.N.I. y el resto de sus papeles). A mí me pusieron pegas a las fotos de diecisiete euros porque el fondo "no era suficientemente blanco" (todavía está por ver si no paso las Navidades aquí en casita sola porque me rechazan el documento).

Mientras tanto, los niños se estaban dedicando a robarle el corazón a media embajada. Primero se ocuparon de hacerles carantoñas a las chicas de la otra familia, mientras el estudiante me comentaba, así por lo bajinis, que era la tercera vez que iba a sacarse lo de la residencia y cada vez le pedían un papel nuevo para lograrlo. La famlia de los cuatro niños de despidió y tuve que ir a frenar al Principe, que se iba con ellos. A todo ésto, el Principe se vuelve a caer de narices contra el suelo y empieza a sangrar de nuevo. Allí no había ni un baño público (pienso sugerirles que pongan uno, me parece que da una imagen de España lamentable que no haya lavabo en la embajada, mas que si el funcionario se compadece de tí en un momento de necesidad). Yo intentando calcular cuanto más me aguantaba la Princesa sin ir, porque llevábamos más de una hora dentro. Al estudiante le volvieron a rechazar la solicitud y se fue el pobre con una cara de mosqueo impresionante. Todos con un hambre que no podíamos más. Dieron las dos de la tarde antes de que nos tocara el turno...

A las dos y media, cuando salíamos por la puerta, le digo a mi Princesa que se merecen los dos una gran recompensa por lo bien que se han portado y me contesta decidida que quiere un gran beso. La peor parte del día quedaba atrás: nuestra parada en un café de ambiente en el que causamos sensación, el perdernos otra vez para salir de la capital y la parada en la casa de muebles sueca para jugar y comer "pelotas" fueron verdaderamente vacacionales... Y encima tengo que agradecer la huelga del tren porque hubo una toma de rehenes en la estación de Berlín y con la suerte que estoy teniendo últimamente seguro que si voy en tren me toca presenciarlo demasiado en directo.

Ahora que he sacado dos cosas bien claras de este viaje:
- Nunca mais sin mi GPS.
- Merece la pena perder cinco minutos en preparar una intendencia como si te fueras a la guerra cuando sales con niños... nunca sabes con lo que te puedes encontrar cuando te pones en camino.

miércoles, noviembre 21, 2007

¿En serio necesito un gimnasio?

Hoy aproveché el día de fiesta que teníamos en Sajonia (que mi cariñito, que curra en otro Estado Federal, no tienen) para ir a la capital. Tenía como propósito renovar el pasaporte para mí y para la Princesa de la casa... Nos hemos levantado a las seis y media para poder ir con calma.
La primera en la frente es que los amigos que iban a venir con nosotros se han rajado y eso significaba tener que ir en coche solita con los dos Supernenes (el tren quedaba descartado por la huelga que hay en el Deutsche Bahn). Si alguno se ha enfrentado alguna vez a un viaje de 200 km con dos menores de cinco años y sin refuerzos espirituales, creo que comprenderá la ilusión que me hacía el tema. A los chiquillos les tenía sobornados con la promesa de comer en cierta casa de venta de muebles sueca, cuyas albóndigas (conocidas familiarmente como "pelotas") les gustan más que las que prepara su mami con carne picada de verdad (¡ingratos!).

Pero de las ejecutivas multimadres del otro día aprendí que uno no tiene que quejarse sino actuar. Así que he sentado a los dos delante de un tazón de cereales y he aprovechado para bajar a la carrera las basuras (lo de a la carrera es literal, si tardo más de cinco minutos en volver les entran siempre tentaciones de lanzarse la comida el uno al otro... si les dejo sin comida, casi es peor, porque deciden lanzarse el uno contra el otro, también de forma literal) y poner el lavavajillas. Entre vestirles, peinarles, preparar un tentempie, una bolsa de juguetes para el coche y ponerles las doce capas de abrigos reglamentarias, hemos llegado a las siete y media sin salir. Bueno, hasta ahí todo en orden, que para eso hemos madrugado...

A la Princesa de la casa se le ha antojado que teniamos que llevarnos a su muñeca bebé, con carrito y todo. Vale. Al Principe, salir corriendo del ascensor mientras yo intentaba saltar por encima del carrito de los niños y del de la muñeca y caerse de narices en las escaleras del garaje. Bueno. La nariz ha empezado a sangrarle que te pasas (en fin, la sangre es así de escandalosa). Yo en la puerta de peatones del garaje tratando de controlar a los dos niños, los dos carritos y taponar a la vez la nariz del peque para que dejara de sangrar.

Cuando por fin he conseguido montar los dos niños con todo el equipo en el coche, eran las nueve menos cuarto. A Berlín hay más o menos dos horas de camino y la Embajada cierra a la una. En principio me sobraba tiempo para todas las paradas a hacer pis, beber agua o lo que fuese que hubiera que hacer. Pero no estaba preparada para encontrarme con la autovía completamente colapsada por un doble accidente de tráfico a ochenta kilómetros de mi destino... Creo que ha sido más de hora y media allí, parados entre una fila de coches cada vez más impresionante (eso sí, colocados en perfecta fila india arrimados al arcén para dejar pasar a los vehículos de socorro... todo un shock cultural) pero no puedo estar segura, porque cuando se me han acabado las canciones infantiles, los trozos de manzana y a los chiquillos la paciencia, he dejado de mirar al reloj.

Por fin hemos alcanzado la meta (veasé foto abajo) a eso de las doce y algo. Pero dado que mañana ya no es fiesta, que creo que voy a colapsar encima del teclado y que todavía tengo calambres en la pierna del acelerador, me reservo la historia de la Embajada y las "pelotas" para mañana ;)


La imagen es cortesía de Wikipedia:

lunes, noviembre 19, 2007

De como Bilbo Bolsón hizo las maletas






Por si acaso nadie se ha leído el libro, aclararé que según Tolkien, los hobbits son "una gente pequeña, de la mitad de nuestra estatura y algo más bajos que los barbudos enanos" (El Hobbit), un pueblo diminuto que odia las incomodidades, al que le gusta comer y dormir, tener unos agujeros limpios y confortables en los que habitan. Una raza para nada viajera... Y yo, señores, soy una hobbit de corazón.

Supongo que cualquiera que le eche un vistazo a mi trayectoria vital se quedará tieso ante semejante afirmación, porque llevo cuatro cambios de país en los últimos diez años (de lo que más orgullosa me siento es del año pasado en Japón). ¿Qué me ocurrió? Un día llegó Gandalf a mi puerta, me enamoré de él y el resto ya es historia.

A veces en las tardes muy, pero que muy frías de invierno (que aquí hay de sobra), pienso que hubiera sido de mi vida si me hubiera quedado en mi muy cómodo agujerito hobbit, si no hubiera dejado jamás a ese novio tan soso que se convirtió en ingeniero... a ratos pienso con nostalgia en esa vida que no tengo. Y luego miro a los dos críos, que son una gozada, y miro a Gandalf, que después de once años aún está guapo y sigue teniendo el secreto para poder hacerme reír, y pienso... "que me quiten lo bailaó"

domingo, noviembre 18, 2007

Mujer y trabajo

Mi jefe, el de la sonrisa de Gioconda, me ha dejado una revista de estas para ejecutivos agresivos para leerme el fin de semana porque viene un reportaje sobre mi empresa. Cuando ya he terminado de leer el artículo, me tropiezo con una de estas joyitas de la literatura para agravar el estrés de la mujer que trabaja: ejecutivas/os agresivas/os con familias mega-numerosas de cuatro, cinco hijos...

Lo leo interesadísima, porque a mí con dos y un puesto de trabajo que no me requiere ni la mitad de responsabilidad, siempre me encuentro que me falta el tiempo (vale, reconozcamoslo, de Superwoman tengo sólo el nombre). Me encuentro con una señora con cinco hijos que es la mujer del director de la Empresa (jeje, como que a cualquiera van a permitirle cinco bajas por maternidad en menos de siete años), otra con cuatro que es hija del director (y cuyo marido curra a media jornada nada más), una que deja a sus hijos en manos de una cuidadora y no los ve en todo el día (eso sí, un día a la semana cenan todos juntos, que eso mantiene el espíritu familiar) y un señor que retiró a su mujer para hacerla madre de sus cuatro criaturas. En definitiva, todo muy respetable, todos modelos de vida muy válidos, pero nada nuevo bajo el sol.

sábado, noviembre 17, 2007

5 milímetros de diferencia

Hoy me han soplado la friolera de diecisiete euros por hacerme dos fotos biométricas para el pasaporte. Si no fuera porque he visto el equipo digital del fotógrafo, me hubiera pensado por el precio que en realidad eran pintadas a mano, como los retratos de los antiguos maestros. Lo mejor es que al insistir en que me tenían que dejar un cerco de al menos 5 mm entre el borde de la cabeza y el resto de la foto, el hombre se ha rascado la cabeza y ha murmurado que era la primera vez que encontraba un país con más trabas burocráticas que la misma Alemania... así que ya sabéis, ¡ya somos europeos!
PS: La foto no la pienso poner porque como en todas, salgo horrible...

Distintas prioridades

Ayer no pude escribir porque mi cariñito tuvo una cena de negocios en casa. Le pregunté que si necesitaba una mano para prepararlo (teniendo en cuenta que el jueves tuve que salir un par de horas antes del curro porque me llamaron de la guardería del pequeño que estaba pachucho y que el los viernes curra desde casa). Me dijo que no, que conque llegara a las seis bastaba (nuestro invitado llegaba a las siete).

Abrí la puerta de casa para encontrarme con el pasillo lleno de tierra, un barreño de ropa lavada y dos niños en estado de revolución. La mesa estaba sin poner, la cena medio preparada y el aseo de invitados sucio... Eso sí, los cajones de la cocina, que me tocaba ordenarlos a mí esta semana, estaban relucientes... Estratégicamente encendí velas por toda la casa, quemé algo de incienso en el salón y encerré a los nenes conmigo en el cuarto para que él terminase de barrer el pasillo.

Vamos, que yo hubiera hecho las cosas de otro modo, pero la cena estuvo bastante bien (eso sí, gracias a Dios, al jefe no le entraron las ganas de ir al baño en las cuatro horas que estuvo en casa).

jueves, noviembre 15, 2007

Zafarrancho de combate

Ya me he dado yo cuenta de que no iba a ser un buen día en cuanto he llegado a la mesa de mi jefe para cumplir con esa costumbre tan prusiana de saludar a todo el Departamento por la mañana. Cuando le daba la mano, él ha puesto lo que llamo técnicamente "sonrisa de Gioconda"- ese tipo de mueca que dice más o menos que hay un motivo sobrado para cachondearse de mi persona, pero que no va a ser usado en mi contra por educación.
Mi compa de mesa, que es la cólera de Dios desatada en persona, no ha tenido tantos reparos e inmediatamente me ha informado de que tenía la raya del ojo pintada en medio del párpado y una mancha de pintalabios en mitad de la mejilla (culpas repartibles a partes iguales entre mis dos chiquillos: la una por intentar abrirle la puerta a su hermano mientras yo trataba de conseguir una línea derecha y decente; el otro por usar mi rouge como arma arrojadiza cuando le he metido en el baño para evitar su despeñamiento temprano).

Y es que con el jaleo que tengo por las mañanas intentando despertar, vestir, peinar, servir el desayuno preparado el día anterior, empaquetar tarteras, poner botas, abrigos, guantes y bufandas... todavía no entiendo que tipo de autodisciplina me ha llevado a imponerme cada mañana el perder unos minutos en mi propio arreglo.

Y para colmo les tengo a los dos malos... Menos mal que mañana le toca el turno de casa al padre, porque me da la sensación de que hoy no vamos a dormir mucho.
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