Enrique Ortiz comentaba el otro día que en realidad muchos de los trabajos que hacían las mujeres de antes, simplemente ya no se hacen. Y supongo que es cierto.
Pero también creo que es cierto que todos nosotros, sin faltar uno, tenemos una predilección especial por uno de esos secretos trabajos (lo que yo llamo la vena maruja) que parecen producir más fatiga que satisfacciones, que nos dejan pringados y sudorosos, después de habernos esforzado físicamente. Hay una lectora de estas líneas que jura que adora planchar, que coloca después toda su ropa en ordenados montoncitos organizados por tipos y tamaños. A mí, que sólo me acerco a la plancha por recomendación del médico (dicho de otro modo, cuando el médico le recomienda a Superman que se meta en la cama porque está tan pocho que no puede seguir adelante), semejante fatiga me parece cosa de meigas. Sin embargo a mí me da por la cocina. Todas las semanas que puedo, me encierro en mi pequeño reino y como las madres de antaño, preparo muchas cosas ricas para que mis Supernenes coman entre semana.
Mi vena maruja consiste en preparar el pan en casa. No, no esos panes que se compran ya precongelados y se meten en el horno. Yo me apunto al proceso completo: salpicarte de agua con azúcar y levadura de panadero; mezclar con la harina y pringarte las manos con una costra blanca que no se desprende ni bajo el grifo del agua caliente, a no ser que frotes con todas tus fuerzas. Y luego amasar; lo cierto es que desde hace algún tiempo tengo un par de achiperres que me facilitan la tarea del amasado, pero de cuando en cuando todavía me dedico a amasar a mano porque me quita bastante el estrés que pueda traer de la semana. Por último, pellizcar trozos de masa para formar los panecillos y dejar que doblen su volumen (a veces el pan crece de tal manera que parece que va a salirse de donde lo he dejado y entonces Superman me llama desde la cocina y me pregunta que qué hace... las risas que echamos los dos juntos hace dos semanas, cuando se me ocurrió preparar el doble de cantidad de lo normal y el único recipiente suficientemente grande en la cocina para contener semejante avalancha de pan creciendo fue la olla exprés... desde nuestro cuarto imaginábamos como la masa iba invadiendo poco a poco nuestro piso: la cocina, el salón, el pasillo... bromeando sobre si a la mañana siguiente, el pan mismo vendría a traerme el café y darme los buenos días).
Pero por fin me puedo ir a la cama con la satisfacción de mi deber de madre cumplida: el pan espera al horno de mañana.
Y todos, absolutamente todos, tenemos alguna de esas pequeñas manías, gestos, tics o aficiones que ya deberían estar obsoletos por la técnica, el consumo o el frenesí de la vida actual, pero que seguimos realizando como antaño, porque las viejas tradiciones tienen un lugar de consuelo en nuestras vidas.
Crisis/Crisis
-
Este blog está sufriendo en estos momentos una crisis. Me he dado cuenta de
que no tengo tiempo para un proyecto tan ambicioso como el que quería, pero
p...
Hace 16 años
9 comentarios:
Je, se llaman aquéllas pequeñas cosas que te desconectan de tus preocupaciones y te relajan, y suelen ser cosas manuales: y también cosas que lo dejen todo ordenadito y bienoliente (en ese sentido comparto la relajación que produce la plancha). Superabrazos desde Bcn. Am
Nunca tuve suerte (¿o tendría que decir habilidad?) con las masas ni con la repostería pues jamás conseguí que de mi horno saliera algo menos consistente que un ladrillo. Y tampoco me gusta planchar. Creo que lo que me relaja es leer, pasear o cuidar las plantas. Y esa cosa tan denostada que es el orden.
Amasar es sin duda ninguna una de las cosas del mundo que más relaja... Mi especialidad las empanadillas, no fritas, no, no, al horno, igualitas a como las hacia mi abuela: http://www.manzanasazules.com/foro/viewtopic.php?p=277
Un beso, Miriam G.
Llevo días con la idea de volver a hacer pan en casa, pero lo voy dejando y dejando......será por el fiasco de la vez pasada. Pero SW parece que me has traspasado tus superpoderes paniles y lo voy a volver a intentar, haber si me relajo un rato dándole a la masa, ;-)
Te envidio. Tengo una mezcla de nostalgía y prisa. Que me mueve ha hacer verdaderas chapuzas.
¿Donde compro el tiempo?
Bingo: he sido el número 200. ¿Hay premio?
Andrés, toda mi vena maruja se fue con eso del pan... el orden, el orden... ¿me suena eso del orden y la limpieza?
Elena, mis primeras incursiones en el mundo de la panadería, todavía las recuerda mi familia... qué bueno eso de tener familia. El ladrillazo aquel (seguramente producido por intentar hacer pan con levadura Royal en lugar de usar de panadería) corre en la tradición oral junto con aquel bollo de leche que salió de color verde y mi manía de echarles curry a las hamburguesas (toda mi familia odia el olor a curry). Parafraseando a Ionesco y a Jesús Alonso: Moraleja, el que la sigue la consigue.
Mirammmmmmm, que son las diez y me voy a la cama, no me pongas los jugos gástricos en marcha...
Marta, te remito a lo que le digo a elena (bueno, a la moraleja nada más).
Olas, el tiempo es como la energía, no lo puedo comprar, lo saco seguramente de otras cosas mucho más importantes a las que tú si que llegas.
Y no, no hay premio por ser la 200, no me van los números redondos... cuando lleguemos a 2i a ver lo que me saco de la manga...
Ordenar los armarios. Cuando me da la vena maruja pillo un armario especialmente desastrado saco todo y lo coloco ordenadamente. Y me quedo más contenta viendo todo el espacio aprovechado.
Por poco tiempo, eso sí, que soy ordenada a golpes pero no tanto en el día a día.
Y cocinar, eso también, sobre todo postres...
Por cierto, una vez me dio por hacer pan. Sólo una vez y no repetí.
Publicar un comentario