Ayer salí a dar una vuelta con el Supernene y por el camino, decidimos sentarnos a tomar un cafelito (yo, eh, él se tomó un zumo de manzana) en un lugar que hay cerca de mi casa, muy mono y sobre todo muy práctico, con esquina infantil (Kinderecke, un invento típicamente alemán para conseguir que las pobres madres consigamos tomar un café tranquilas).

El caso es que es mi oportunidad cada semana de leer la prensa local... y menudo día. La portada abría con el tiroteo
ocurrido en Winnenden, al Suroeste de Alemania; internacional, abría con
otro parecido anteayer en EEUU y entre una y otra sección, en las noticias locales, los detalles de la
detención del pedófilo asesino de una niña... y descubirir que tiene dieciocho años, no más. Me alegré bastante de no tener TV en casa en estos momentos. E inmediatamente me entraron ganas de agarrar y besar al pobre Superboy, que estaba tan tranquilo empujando un tren de madera por sus vías y se enfadó bastante con la pesada de su madre.
Lo peor es que no es la primera vez que pasa. Y ahora mismo puedo predecir también que se va a escribir en la prensa de hoy. Llegan los análisis:
que si el agresor pasaba demasiadas horas en Internet, jugando al rol o reventando monigotes en un "go-and-shoot-´em" (todo ello posible desencadenante según algunas personas);
que si había tenido problemas mentales o de acoso escolar (causa mucho más probable que las anteriores, me parece a mí... pero claro, yo llevo veinte años jugando a todas esas cosas y aunque haya sentido a veces ganas de efectuar una masacre, distingo perfectamente realidad y ficción y sé que mis ganas son un impulso repentino y no podría vivir con las consecuencias de un acto semejante);
que si la culpa la tiene la presión social (sí, es cierto que sobre todo se han dado en escuelas de grado medio o inferior en los países en que existen. Aquí se empieza a separar a los niños entre "buenos" y "malos" estudiantes pronto. Un tema que no me parece tan mal si se cumplen dos premisas: la primera, que el que toma el camino de la formación profesional esté bien valorado y remunerado y la segunda, que exista una flexibilidad para cambiar de un sistema a otro de manera relativamente fácil, para repescar a aquellos que han tenido un momento malo en sus vidas si quieren continuar estudiando... La primera condición sé que se da en Alemania, la segunda, no tanto);
que son chicos grises que necesitan el reconocimiento para acabar con el anonimato que les frustra (mal vamos, Flanagan, si resulta que la única manera de destacar es sacar una metralleta en el patio de la escuela);
que si es necesario un mayor control de las armas de fuego (mira, los finlandeses que son gente con unos resultados académicos muy buenos, ya se han dado por aludidos... no es que sea una solución, cualquier desquiciado puede hacer una escabechina con un cuchillo de untar foei, pero al menos le resultará más difícil llegar a igualar algún triste record)...
Pero lo peor de todo es que sé que la cara del asesino me estará mirando hoy desde muchas portadas, algo que me parece irresponsable porque pienso que hay cosas se contagian. Y lo dice alguien a quién le encanta la investigación de sucesos... pero la cara del perpetrador creo que no es algo que queramos poner en portada ¿Estamos seguros de que es este el tipo de cosas que queremos reconocer en nuestra sociedad?
EDITO: Para incluir
un artículo de El País, que me ha resultado interesante... Ya os decía yo que los finlandeses son gente que suele usar la cabeza.