Porque hace mucho que no os cuento nada de mi faceta como supermujer.
El "quasi" es una expresion que se usa mucho en Física para describir algo que parece pero no lo es: el típico problema en que el rozamiento se desprecia y la partícula de mueve "quasi" deslizándose, o la aproximación de la forma a una "quasi" esfera...
Llevo desde hace una semana con un catarro de estos que quitan el hipo y hasta la intención de moverse. Yo que me las prometía tan felices porque ahora los Supernenes ya no se ponen malos y resulta que llevo todo el año tomándoles el relevo. El miércoles pasado me fui a casa pronto para ver si guardando cama conseguía contenerlo lo suficiente. Por desgracia sólo funcionó de manera reducida. Jueves y viernes tenía responsabilidades de esas que no puedes dejar de cumplir en el trabajo.

De hecho, el viernes me tocó tomar un avion para tener una reunión de altos vuelos. Normalmente no me importa desplazarme un día para ir a trabajar a un cliente, pero el tener que perder toda la mañana para buscar un nuevo socio para nuestros productos me resulta siempre de un pesado que asusta: no sólo porque el viaje no me suele contar como horas trabajadas, a menos que encuentre algo que hacer relacionado con el curro durante el vuelo (y la mitad de las veces, son vuelos tan cortos que ni para encender el ordenador me da) sino porque la mayoría de las veces viajo con el jefe supremo y eso es algo que siempre intimida mucho.
Total que me levanté religiosamente a las seis de la mañana, después de una noche de perros con la tos y los mocos, para hacer la peregrinación al aeropuerto. Besos a los Supernenes medio dormidos. Adiós SM, te veo esta noche si el avión no se cae (sí, le he prometido a mi psicóloga ser más positiva, pero con lo de los aviones me puede
el humor negro desarrollado con los años... y además me funciona bien, ya no les tengo miedo). Compruebo que llevo el pasaporte, la documentación para recoger el billete. Saco los zapatos de tacón del armario en mitad de la oscuridad... y adelante.
La cosa va bien, llego al aeropuerto con tiempo de sobra, la maquinita de "autochequearse" funciona y puedo conseguir una ventanilla (las Superwomans sólo podemos conseguir ventanillas en los viajes de negocios. En los viajes normales, Superboy siempre se pide la ventanilla para dormirse casi inmediatamente encima de ella en cuanto el avión empieza a rodar por la pista). Incluso consigo trabajar un poco antes de que llegue el jefe supremo.

Todo parece ir como la seda: presentación preparada, el vuelo parece que va puntual... hasta que decido ir al lavabo justo antes de embarcar y en el momento culminante miro al suelo y compruebo con horror... que me he puesto dos zapatos de tacón cada uno de un par distinto. Parpadeo para cerciorarme de que no es un mal sueño y no dejo que cunda el panico. Me desabrocho el cinturón lo justo para que los pantalones me "arrastren" un poquito más por el suelo. Desde luego, si alguien mira lo va a notar, pero el jefe supremo de momento lleva media hora conmigo y no ha dicho nada.
La reunion con el cliente parece que va bien también. Procuro taparme los pies con todo lo que tengo a mano: la bolsa del ordenador, la pata de la mesa. A la hora de la comida bajo la escalera la última del grupo. Me toca presentar después. Abro la carpeta de los documentos de mi ordenador, mientras mi jefe y los otros colegas discuten un último punto que no les ha quedado claro. Y entonces, sí que cunde el pánico. Porque los zapatos no los tengo que enseñar obligatoriamente, pero la presentación sí. Y la presentación que tengo delante de mí, no es la misma que llevo preparándome toda la semana. Busco disimuladamente para ver que ha pasado con la otra. Miro en todas las carpetas de al lado, en la papelera de reciclaje... no, no está. Pero como una es una profesional, escanéo a toda prisa las diecisiete páginas de la nueva presentación buscando puntos de anclaje a lo que yo queria contar mientras los mendas siguen discutiendo aquello que no les cuadra. Y doy mi presentación. Como una reina. Nadie parece notar nada raro: ni en los zapatos, ni en mi actitud. Bueno, y si lo han notado, se han debido de pensar que la cosa esta hecha adrede.

En el aeropuerto me llama mi compañera de trabajo para que le cuente como ha ido y cuando se lo cuento me dice aquello de "Oh, no... ¿tú crees que se han dado cuenta?". Tranquila, que no, que no habia ninguna mujer presente, porque estoy segura de que una mujer, sí que hubiera notado lo de los zapatos. Nos despedimos despues de discutir la agenda de trabajo de la semana que viene. Cinco minutos después llama mi jefe, para cambiar la agenda de arriba a abajo. Yo ya no puedo más con la tos y estoy deseando que llegue la hora de que nos llamen para subir de nuevo al avión, llegar a mi casa y caerme muerta en la cama.
Y así me he pasado todo el fin de semana, sudando catarro hasta el momento de tomar el tren a Praga, que es la segunda parte de este viaje de negocios...
Por cierto, al pasar el control de seguridad del aeropuerto, el arco pito. La amable señorita que me cacheó, tocándome para ello casi todas las partes nobles de mi anatomía, me pidió que le enseñara la suela de los zapatos... Sabía que si alguien se daba cuenta del tema tenía que ser una mujer. Y menos mal que le hizo gracia y no se pensó que era algun tipo de estratagema organizada por Bin Laden para colar explosivos en un vuelo aereo.
Escribo con mi ordenador del trabajo y desde un hotel. Cuando llegué a casa, prometo corregir la ortografía de estos post y poneros fotos de mi original "par de zapatos".