El tema del libre mercado, en todas y cada una de sus facetas como la educación, la sanidad, el transporte o el comercio es un tema recurrente.
En contra del libre mercado podemos citar algunos ejemplos en Gran Bretaña, donde sectores como el transporte y la energía fueron liberalizados en la era Thacher con lo que parecieron ser buenos resultados al principio (los ingleses se enorgullecían de pagar poco por las dos cosas). En una evaluación a más largo plazo, las compañías británicas de trenes tuvieron terribles problemas de seguridad debidos a la falta de mantenimiento en los años 90, que tuvieron que ser solventados con legislación y aumentos de precio. En el tema de la energía, tres cuartos de lo mismo, el gobierno ha tenido que meter mano para acelerar la construcción de varias centrales nucleares para sustituir otras cuya fecha de caducidad está cercana, con el consiguiente aumento de riesgo (siempre controlado, naturalmente) que conlleva aumentar sus años productivos. Esta factura tampoco va a salir barata.
Sin embargo, la intervención en los mercados es una de las cosas que más daño le hace a la economía (y no me estoy refiriendo aquí a las distintas operaciones de salvamento emprendidas por todos los estados ante la crisis económica, sino a las economías "planificadas" y legisladas de manera que casi no se puede respirar en ellas). A pesar de que en algunos casos como en el de China parece que se están comiendo al mundo, lo cierto es que la ineficiencia (lo que se les escapa en sobornos, material malgastado o usado de manera poco útil, etc) de lo que hacen es extrema.
Así que, por lo que he leido en los últimos seis meses, la respuesta es como siempre la de los pimientos de padrón: para unas cosas sí, para otras no. Y za os puedo leer la mente a alguno de vosotros: "Super, bonita, para este viaje, ni necesitábamos alforjas, ni la docta opinión de "Economista" ese, ni tú el mes y pico que te has tirado en silencio reflexionando sobre el tema". Vale, es cierto que es de sentido común, pero os dejo con dos citas (originales en inglés, así que las traducciones son mías) que me han llegado de manera independiente por otras lecturas y que creo que reafirman la necesidad de hacer reflexiones tan tontas como esta de cuando en cuando:
"Pero todas estas ideas no progresaron, sobre todo porque se oponían el sentido común. ¡Era obvio que la tierra no se podía estar moviendo! Este es uno de los ejemplos más evidentes de que hay que evitar actuar basandose en el sentido común si lo que quieres es conocer como funciona el mundo" John Gribbin Science, a history
"Parece de sentido común decir que un hipopótamo microscópico a escala va a flotar mucho más fácilmente en la brisa que un hipopótamo a tamaño real, pero algunas veces es importante ver lo que subyace al sentido común" R. Dawkins Climbing Mount Improbable
4 comentarios:
The economist... Qué decepción, compa Superwoman: esperaba que tu "secuestro blogueril" estuviera justificado por un material de primerísima calidad, pero... Bueno, bueno, chistes malos aparte, yo soy también otro de esos que, en los últimos tiempos, ha empezado a mirar un poquito más los suplementos sepia de lo que hacía antaño (eso sí, a lo de The economist no llego, ni por el interés en la materia ni por -lo que es más determinante- por mis conocimientos de inglés...). En cuanto al tema de fondo, el de la eficiencia de mercado vs. ineficiencia de lo público, he de confesar que ése es un tema en el que, al hilo de mi posición personal y profesional, he ido fluctuando mucho con el paso de los años, hasta tal punto que, a día de hoy, quizá sería incapaz de decir con claridad en qué punto me encuentro. Las bondades de lo privado siempre me han parecido muy relativas: ignoran que los supuestos "cánceres" de lo público no derivan, en su mayor medida, de un status económico-jurídico, sino de una condición, la humana, que, hasta donde a mí me consta, también subyace en lo privado; por otro lado, en las economías complejas, es muy difícil ubicar la frontera entre un sector y otro (y, en momentos de crisis, aún más: aún me escuecen los oídos recordando cómo el presi de la patronal, en un ejercicio de gran coherencia, pedía una especie de "moratoria" del capitalismo, hace no mucho tiempo), y cómo eso da lugar a tremendas incongruencias (en el fondo, casi todos los paladines del libre mercado y el adelgazamiento del Estado, finalmente, terminan pidiendo lo que todos: autopistas de Alemania con impuestos de Burundi; y eso es complicado...). Tema para escribir una mañana, y otra, y otra, y otra...
Ah, eso sí, me alegro mucho de que estés de vuelta.
¡Qué bien que volviste! Aunque sea para hablar de economía, tema que reconozco que me supera más allá del nivel básico, es decir, controlar los ingresos para ajustar los gastos y no caer en bancarrota.
Al fin y al cabo eso es sentido común ¿no? Ves algo tiene que ver con tu artículo.
Manuel, mi silencio bloggero viene dado porque despues de una jornada de curro volviendome a tener que mirar cosas que no veia desde la carrera con mi aleman de Koln-menarejo (que viene a ser como Harvard-cete pero en version teutona, para que veas que a chistes malos podemos echar una competicion) no soy persona, de hecho estoy completando esta frase despues de postear el comentario porque si no, no tiene el menor sentido. Despues de muchas vueltas por el mundo yo creo que soy fan de lo semi-privado: fondos publicos, regulacion clara de minimos y por encima de eso, competicion libre... como la democracia, me parece el mejor de los sistemas por corrupto que se presente.
PMM, tan facil como vivir sin salirte de tus posibilidades y tener claro hasta donde arriesgarte... Dos premisas que no todo el mundo cumple.
Un supersaludo
Bueno, el mercado siempre funciona. El tema es hasta qué punto estamos dispuestos a soportar su "crueldad".
Las crisis son una purga del propio mercado en las cuales, si dejasemos que actuase de manera absolutamente libre, y de un modo absolutamente darwiniano, sobrevivirían los más fuertes.
El mercado libre nunca se ocupa de los desfavorecidos, jamás garantizaría unos servicios mínimos para sobrevivir en lugares pequeños, despoblados o de difícil accesibilidad.
En teoría, el libre mercado asegura trabajo para todos, pero a costa de estar dispuestos a soportar salarios que tal vez no te permitirían pagar el alquiler, o comprar lo más básico.
Y así podríamos seguir con temas como la salud, la educación, los servicios sociales...
Con el libre mercado cada uno depende de su esfuerzo y DE SU SUERTE, de modo que no puede considerarse ni muchísimo menos un sistema perfecto.
Tal vez por eso, incluso el país que tenía un sistema económico más liberal, ha acabado por dar un giro intervencionista cuando las cosas se han puesto chungas.
A mi modo de ver, primero hay que garantizar unas condiciones de vida mínimas, y después, dejar que actúe el mercado.
Que es cierto, que es un sistema eficiente y que tiene sus propios recursos para corregir errores. El tema es ¿a qué precio?
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