Hace unas semanas salía en una conversación sobre como mejorar la calidad de la enseñanza el tema de las
clases segregadas, es decir la separación de niñas y niños en distintos sexos en el aula, justificándose dicha separación en un mayor rendimiento de unos y otros.
Yo que soy una defensora de la diferencia entre los dos sexos (no, no me he equivocado, ahí pone diferencia... de ahí es de donde viene lo del "biológicamente opuestos") creo que una medida semejante no es la solución al problema, en principio, porque se aleja de lo que a la hora de la verdad esas criaturas van a encontrarse en el mundo real. Y eso a pesar de que he comprobado en carne propia lo duro que resulta tratar de ser mujer en un campo liderado por hombres (en teoría, la segregación beneficiaría a las niñas, ya que les permitiría desarrollar su curiosidad científica sin sentirse comparadas con sus compañeros). La discriminación
existe pero es tan sutil hoy en día que no se la puede señalar tan claramente como antes con el dedo. En el enlace que os pongo dice el Philippe Busquin: "Los datos demuestran que las investigadoras están poco representadas en las posiciones clave de la ciencia". Y ese me temo que es el problema: en un mundo dominado por hombres, es mejor ser un hombre para que tus ideas le suenen familiares al macho-alfa de la manada.
Y sin embargo, yo estaba convencida de que las mujeres tenemos mucho que decir en todos los campos, incluído en aquellos que están de momento dominados por el sexo masculino. A pesar de ello estaba a punto de tirar la toalla del todo porque no veía una salida al tema, cuando la revista
Physics World le dedicó un monográfico al problema de la mujer en la ciencia y quizá le debo mi título académico a la lectura de este
artículo (desgraciadamente en inglés... quizá en otra vida tenga tiempo de traducirlo). El artículo explica como al dividir una clase de pre-adolescentes a la hora de enseñar ciencias en aquipos sólo femeninos, sólo masculinos y mixtos, esperando una mejora espectácular en las niñas segregadas, encontraron por sorpresa que la mejora se concentraba principalmente en las niñas asignadas a los equipos mixtos. Exactamente la respuesta a aquello que estaba rumiando. La autora menciona explícitamente, que "independientemente de la composición de un equipo, lo más importante es que sus miembros cuestionen lo que hacen como un reto, de manera constructiva". Y las mujeres tienen la responsabilidad especial de crear colaboraciones que "expandan no sólo nuestras capacidades, sino también la sensibilidad de la comunidad científica y del mundo en general".
El caso es que todos estos temas me han venido a la cabeza al leer este
artículo de "El País". Quizá esa corazonada mía de cuando era todavía una estudiante ilusionada está en lo cierto y se necesita de dos polos opuestos para crear tensión. Estoy convencida de ello y aunque a veces me salgan
títulos de entrada como el de ayer, sigo al pie del cañón intentando ser un poco mejor todos los días
Va por tí Molly, por tener mucho más coraje del que tuve yo...