Para nuestra incomparable vocalista (que se la nota cuando comenta que entiende y sabe exactamente que es eso de impostar la voz cuando los demás a lo máximo que llegamos es a apostarla) puede que lo de cantar en público resulte algo "chupaó" y las cuitas que yo tengo seguro que le resultan desconocidas. Pero yo, señores, tengo que confesar que nací completamente desentonada y la cosa está tan fea cuando hablamos de mis cantares que consigo meter a los Supernenes en vereda por las noches, cuando no hay fuerza de la naturaleza que les meta en la cama, simple y llanamente con la amenaza de plantarme en su cuarto y obsequiarles con una nana (funciona como la seda, cierran los ojos y se quedan fritos ellos solos, palabra)...
Supongo que la solución sencilla a mi problema sería callarme, pero... me gusta cantar. Pegar berridos a todo lo que da mi desagradable voz tiene encima para mí un efecto terapeútico. Así que pertenezco al coro más grande del mundo mundial, el de los cantantes de ducha, los que le cantamos a la comida, al sandwich de jamón y queso en el patio del recreo o a las montañas de ropa de la plancha (y eso, repito, sólo si los Supernenes no andan cerca para protestar) que es más o menos lo que nos queda a los que ni a triunfitos llegamos.
Y toda esta reflexión viene a que llevo varias horas haciendo las paces con el montón de ropa que me han dejado las vacaciones acompañada de Mamma Mia en versión sing along. Recomiendo la peli en versión original, aunque sólo sea por darse el gustazo de
A- ver que Meryl Streep puede con lo que la echen, incluido marcarse un "The Winner Takes It All" con una fuerza dramática impactante y cantando ella misma (la directora asegura que hay partes del audio que son tomadas en vivo en una de las grabaciones de la escena). Eso sí, por lo menos la mujer tiene la deferencia de despeinarse mientras lo hace...
B- cantar las canciones de Abba en la intimidad de tu hogar...
Pero a la hora de la verdad, los tipos como yo no somos carne de karaoke por lo mismo que el karaoke no ha terminado de cuajar aquí en occidente: por la falta de privacidad. En Japón, el karaoke es una cosa íntima, entre amigos. Te meten en una sala insonorizada, con un grupito reducido de gente y empieza a correr la bebida. Aunque en las dos primeras canciones no se atreve ni el tato, y todo el mundo parece muy comedido, a partir de la tercera el buen rollito sube a extremos atronadores. He visto a amigos míos (madrileños de toda la vida) ponerse a cantar la canción de Heidi porque era lo único en japonés que les venía a la mente (y lo mejor es que treinta años después se la sabían fonéticamente de manera aceptable y se quedaron con todo el personal presente en la sala, incluída la chavala que servía la cerveza). Los anfitriones suelen controlar para que nunca haya demasiada bebida, pero tampoco falte de ná. El resultado es una mezcla de diversión y desvergoña que casi no te puedes creer cuando te muestran el vídeo al día siguiente.
Así que ya sabéis todos por qué mantengo siempre las buenas relaciones con Superman. Existen diversas pruebas que muestran a esta humilde servidora agarrada a un micrófono con una cerveza en la mano libre y dos coleguitas de fatigas a cada lado imitando a las "Weather Girls", casi nada al aparato... pero recuerdo aquella noche como una de las mejores de mi vida.
Haced la prueba, pero primero cercioraos de que no hay cámaras delante que estropeen el efecto relax que produce cantar a voz en grito con este vídeo:
Crisis/Crisis
-
Este blog está sufriendo en estos momentos una crisis. Me he dado cuenta de
que no tengo tiempo para un proyecto tan ambicioso como el que quería, pero
p...
Hace 14 años