Bueno, mi vida es algo parecido a una caja de mudanza...
Un momento, alto, que paren las máquinas que esto
lo he leído yo antes en algún otro rincón.
Bueno, empecemos de nuevo: hoy nos ha tocado visitar la embajada en la capital para renovar los pasaportes de los niños...
Espera, no, esta historia tampoco es nueva,
ya la hemos contado en otra ocasión. Sólo puedo añadir que nada ha cambiado: la Embajada Española sigue sin tener un triste aseo, a pesar de que se supone que el Consulado es un lugar abierto al público. A otra pobre chavalita le han hecho volver por tercera vez porque van informando de los trámites para hacerse el pasaporte por capítulos (menos mal que una es veterana y sabe más el diablo por viejo que por otra cosa) y encima cuando les he sugerido que el papelito donde explican cómo se tienen que hacer las fotos lo podrían traducir al alemán, el borde del funcionario me ha contestado que si yo no sabía contárselo al fotógrafo... Pues mire, oiga, ahora mismo no tengo inconveniente, pero hace cinco años cuando llegué aquí la primera vez, tenía problemas hasta para explicar por dónde soplaba el viento. Lástima que las respuestas brillantes se te ocurran a veces con cinco minutos de retraso. Lo cierto es que no tengo la ironía demasiado fina. En fin, me la guardaré para dentro de dos años. No quiero ser malpensada pero apuesto una bolsa de pipas a que me toca usarla.
Por fortuna el viaje de hoy ha sido más relajado, porque venía Superman con nosotros y no hemos encontrado atasco. En estos momentos es cuando una se da cuenta de lo mucho que la aprecia la familia (desgraciadamente era en inglés y sólo tiene sentido si conservo el idioma):
SM: Supergirl, which way are we turning, left or right?...
SG: Left
SM: Are you sure? Remember the trick I told you last time... Who is always right?
SG: Mama! Oh, yes, we are turning right...
Con SM ya tendré yo un par de palabritas en algún momento.
Y Superboy, en fin, sigue siendo el mismo angelito de siempre (
otro tema ya descrito). Aprovechando la jornada capitalina hemos entrado en una tienda de ropa para comprar un par de cosas que necesitábamos. Mientras estoy pagando, se queda SM con los niños y cuando salgo de la caja viene hacia mí SG preocupada porque no encuentran al niño. Su padre me dice que no me preocupe, que estában jugando al escondite y que seguramente estará en algún lado... Venga a recorrer tres veces la planta gritando su nombre de un lado a otro. Nada. SM pregunta al vigilante jurado de la puerta. Por ahí no ha pasado. Nueva ronda de llamar al niño a voz en cuello. Por fin una muchacha se ha compadecido de nosotros y nos dice que ha visto un niño detrás de una ristra de vestidos en la esquina... Alivio inmediato, es el mío... Pero dice que no sale de allí porque se le ha enredado la rueda de un coche de metal que llevaba en la mano en el fleco de uno de los vestidos. Y claro, lleva lo menos diez minutos ahí enredando con el fleco.
Imagináos que escena: su padre intentando desenredar el coche, el vigilante jurado controlando, el niño que sin su coche no se va, el padre que no termina de poder soltarlo, el vigilante que lo intenta (un señor de color que medía dos metros y con las manos como palas... imponía respeto... y aparte hablaba alemán, inglés y español con más o menos soltura, que achuchada que está la vida), el vigilante que se rinde y lleva al vestido (con cochecito, niño, padres y hermana, como en
el cuento del "Pato de Oro") al encargado de la tienda... y gracias a la paciencia de este hombre, recuperamos el coche, el niño y la libertad para volver a casita jurando que no, que no les vuelvo a sacar de ella hasta que se me pase...
La carne es débil, seguro que en un par de meses estoy teniendo "déjà-vus" nuevos.